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miércoles, 2 de mayo de 2018

UNA CONVERSACIÓN SOBRE LA RAZA

por Paul Craig Roberts. En Instituto para la Economía Política. En Comunidad Saker Latinoamérica. Traducción de Leonardo Del Grosso

 

(Nota del Editor; Leonardo Del Grosso) Simplemente comentar ¡que cosa curiosa! que un intelectual como Paul Craig Roberts, que no se define marxista pero que tiene valentía política, venga a poner los puntos sobre las íes en lo que respecta a la degeneración -intencional- del marxismo, su bastardeo y su utilización en beneficio de las división de los pueblos, entre sí y dentro de si mismos.
En este artículo, además, se hace alusión al Klu Klux Klan, contando una versión diferente que la predominante sobre su surgimiento (préstese atención que el surgimiento es un momento diferente de lo que puede ser su posterior evolución). Seguramente, los inquisidores anglosionistas estarán afilando sus hoces para salir disparados a acusarme a mi, o a quienes hacemos y publicamos esta traducción, de todas las palabras del diccionario vigilante de la Iglesia del Capital Financiero, y reproducidas por todos los corifeos a sueldo. Una socia de la prensa prostituta (“presstitute”) es indudablemente la academia prostituta, ese mundo de mentirosos pagos que corrompen la Historia, la verdadera Historia, para beneficio de las élites mercantiles. Todo se puede comprar y vender… también el relato del pasado. Los que han reptado tanto para acomodarse, por revelar verdades herejes no pondrán en riesgo su cómodo refugio en la burocracia universitaria o en el “mainstream”. Sinceramente, en lo personal, me resulta esclarecedor lo que escribe Paul Craig Roberts, aunque yo no me defina como de su mismo palo, y tenga referenciados a Marx y Lenin como a dos super-superlativos intelectuales humanistas y revolucionarios.
La valentía intelectual de P. C. Roberts nos remite a la de Carlos Marx que, nacido en el seno de una familia de prósperos judíos, sin embargo pudo escribir su trabajo “Sobre ‘La cuestión judía'”, donde hace un análisis absolutamente desprejuiciado, científico, del tema, justamente polemizando con Bruno Bauer, el autor del libro “La cuestión judía”, un Bauer que, además, había sido su profesor.

 


ACTUALIZACIÓN: los lectores han identificado la película cuyo enlace estaba roto. Es “Unconquered”(Insumiso, Rebelde) de Cecil B. DeMille, protagonizada por Gary Cooper y Paulette Goddard. Aquí está la escena de la sentencia sobre la esclavitud: https://www.bing.com/videos/search?q=you+tubethe+movie+%22Unconquered%22+with+Gary+Cooper&view=detail&mid=A160BA8BAB4735DE134CA160BA8BAB4735DE134C&FORM=VIRE
ACTUALIZACIÓN: el link hacia la película en esta columna estaba operativo cuando publiqué la columna, pero ha dejado de funcionar desde que la posteé. La película comienza con la actriz protagonista, una hermosa pelirroja, siendo sentenciada a la horca en una corte inglesa en el siglo XVIII. Una patrulla de vigilancia del rey se había apoderado de su hermano. En una pelea que se sucedió, un oficial real junto con el hermano fueron asesinados. Como ella estaba presente y aparentemente participó de la pelea, la sentencian a muerte en la horca. Ella protesta y el juez dice que está en su poder el sentenciarla a que sea vendida como esclava en las colonias. Si esos lectores que abrieron el artículo inmediatamente cuando se publicó y tal vez hicieron clic en el enlace a la película, recuerden el nombre de la película y/o los nombres de los protagonistas femeninos y masculinos envíen un correo electrónico a este sitio web, para que yo probablemente ubique la película.

Mientras tanto, otra película sobre blancos ingleses vendidos como esclavos es Capitán Blood, protagonizada por Errol Flynn y Olivia de Havilland, que se hizo en 1935. En la Inglaterra del siglo XVII, el médico irlandés Peter Blood (Errol Flynn) es convocado para ayudar Lord Gildoy, un patrón herido que participó en la Rebelión de Monmouth. Detenido mientras realizaba sus deberes como médico, es condenado por traición contra el Rey Juan II y sentenciado a muerte por el infame juez Jeffreys. Por el capricho del rey, que ve una oportunidad de obtener ganancias, Blood y los rebeldes sobrevivientes son transportados a las Indias Occidentales para ser vendidos como esclavos. Puede leer una sinopsis de la película en Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Captain_Blood_(1935_film)

Una conversación sobre la raza

Paul Craig Roberts

A menudo escuchamos que necesitamos una conversación sobre raza. Teniendo en cuenta que los estadounidenses son personas con lavado de cerebro que viven en una historia falsa, tal conversación se parecería a la que se esperaría que los rusos tuvieran con los británicos respecto del envenenamiento Skripal: “Sí, somos culpables. Pagaremos reparaciones. ¿En dónde le gustaría que enviemos a Putin para un juicio?”. En otras palabras, la única conversación aceptable en Estados Unidos es aquella en la que los blancos aceptan la acusación de que son racistas y ofrecen una reparación.
Considerando que la única esclavitud experimentada por cualquier persona viviente negra o blanca es la esclavitud del impuesto a la renta, la raza es un problema sólo porque ha sido orquestado como un problema junto con el género y la preferencia sexual. Estos temas divisivos son los productos de las Políticas de Identidad engendradas por el marxismo cultural.
En el marxismo real, conflicto es conflicto de clase. Los trabajadores y los capitalistas tienen intereses diferentes, y la historia es una lucha entre intereses materiales. El capitalista es el villano y los trabajadores son las víctimas.
En el pseudo-marxismo de las Políticas de Identidad, la raza blanca es el villano, especialmente el blanco heterosexual masculino, y las minorías raciales, las mujeres y los homosexuales, son las víctimas.
No hay, por supuesto, algo así como una raza blanca o negra. Hay muchas nacionalidades diferentes de blancos, y han hecho un buen trabajo, a lo largo de la historia, de matarse unos a otros. Del mismo modo, hay muchas tribus negras diferentes y etnias asiáticas que también han peleado más entre sí mismos que con otros. Pero todo esto queda en el camino, junto con el hecho de que en el mundo las “minorías raciales” son en realidad mayorías y la “mayoría blanca” es en realidad una minoría. Hay más chinos o indios, tomados por separado, que personas blancas.
Pero las historias orquestadas no están basadas en hechos.
La clase trabajadora, designada por Hillary Clinton como “los deplorables de Trump”, es ahora el victimario, no la víctima. El marxismo se ha colocado patas para arriba.
La clase dominante estadounidense ama las Políticas de Identidad porque las Políticas de Identidad dividen a la gente en grupos hostiles y evitan cualquier resistencia a la elite gobernante. Con los negros gritando a los blancos, las mujeres gritando a los hombres y los homosexuales gritando a los heterosexuales, no queda nadie para gritar a los gobernantes.
La elite gobernante favorece una “conversación sobre la raza”, porque la elite gobernante sabe que solo puede dar como resultado acusaciones que dividirán aún más a la sociedad. En consecuencia, la elite gobernante ha financiado la “historia negra”, los “estudios de la mujer” y los “diálogos transgénero” en las universidades como una forma de institucionalizar la división que los protege. Estos “estudios” han reemplazado la historia real con historia falsa (“fake history”).
Por ejemplo, una vez se supo universalmente que la esclavitud negra se originó en guerras de esclavos entre tribus africanas negras. Los esclavos eran un símbolo de estatus, pero se acumulaban más allá de la capacidad de las tribus para sustentarlos. El excedente se exportó primero a los árabes y luego a los ingleses, españoles y franceses que fundaron colonias en el nuevo mundo, que tenía recursos naturales pero no fuerza de trabajo. El erudito socialista Karl Polanyi, hermano de mi profesor de Oxford, Michael Polanyi, contó la historia del origen de la trata de esclavos africanos en su famoso libro “Dahomey and the Slave Trade” (Dahomey y el comercio de esclavos).
Los primeros esclavos en el nuevo mundo eran blancos. Cuando la historia real fue enseñada, esto fue ampliamente entendido. Incluso se hicieron películas que mostraban que en la Inglaterra del rey Jorge III, la alternativa al castigo criminal era ser vendido como esclavo en las colonias. Consulte, por ejemplo: https://www.bing.com/videos/search?q=you+tubethe+movie+%22Unconquered%22+with+Gary+Cooper&view=detail&mid=A160BA8BAB4735DE134CA160BA8BAB4735DE134C&FORM=VIRE
Entre las primeras tierras del Nuevo Mundo que explotaron los europeos se encontraban las islas del Caribe, que eran aptas para la producción de azúcar y arroz. El problema era que los esclavos blancos morían como moscas de la malaria y la fiebre amarilla. La falta de éxito de los españoles con una fuerza de trabajo de nativos de las tierras que conquistaron los llevó a buscar una fuerza de trabajo del negocio de exportación de esclavos del negro Reino de Dahomey. La demanda de trabajadores negros aumentó considerablemente cuando se descubrió que muchos tenían inmunidad contra la malaria y resistencia a la fiebre amarilla. Esto significaba que la inversión de una plantación en una fuerza de trabajo no era aniquilada por la enfermedad.
La resistencia de los negros a la malaria se debe a la característica protectora del rasgo de célular falciforme que, aparentemente, sólo tienen los negros. Ver: https://www.cdc.gov/malaria/about/biology/sickle_cell.html
La esclavitud existió en el Nuevo Mundo mucho antes de que los Estados Unidos nacieran. George Washington y Thomas Jefferson hoy son calificados por las Políticas de Identidad como racistas simplemente porque nacieron cuando la esclavitud era una institución preexistente.
La esclavitud había existido durante muchos siglos antes de la Confederación. Sin embargo, en algunos relatos hoy en día uno sale con la impresión de que el Sur inventó la esclavitud. Como a veces se dice, los racistas sureños odiaban tanto a los negros que iban a África, capturaban negros con un gran gasto, sólo para traelos de vuelta al Sur donde azotaban y maltrataban sus inversiones hasta el punto de matar y desmoralizar a su fuerza de trabajo rompiendo familias negras, vendiendo niños en una dirección y esposas y esposos en la otra. Este relato no se cuenta como un abuso ocasional sino como la práctica general. Económicamente, por supuesto, no tiene ningún sentido. Pero los hechos ya no forman parte de la Historia Estadounidense.
Los estados del Norte también tenían esclavos. Sin embargo, el predominio de esclavos estaba en el Sur. Esto no fue porque los sureños odiaban a los negros. Fue porque la tierra en el Sur sostenía grandes cultivos agrícolas, y no había otra fuerza de trabajo. El Sur, como los Estados Unidos, heredó la esclavitud de la fuerza de trabajo que los colonos europeos compraron al negro Reino de Dahomey.
¿Por qué no había una fuerza de trabajo alternativa a los esclavos? La razón es que los nuevos inmigrantes al mudarse al Oeste podrían tomar tierras de los nativos americanos y ser independientes en lugar de ser asalariados que trabajan en la tierra de otra persona. La frontera occidental no se cerró hasta alrededor de 1900. En el momento de la Guerra de Agresión del Norte, los indígenas de las llanuras todavía gobernaban al oeste del río Mississippi. Fueron los criminales de guerra de Lincoln, del Norte, Sherman y Sheridan, quienes fueron enviados a exterminar a los indios de las llanuras. Pregunte a los nativos americanos, o lo que queda de ellos, quiénes son los racistas: si los norteños o los sureños.
Los estudios sobre negros incluso han corrompido otros aspectos de la historia. Considere la así llamada “guerra civil”. El nombre, en sí mismo, es una orquestación. No hubo guerra civil. Hubo una Guerra de Agresión del Norte. Una guerra civil es cuando dos lados luchan por el control del gobierno. El Sur había abandonado la Unión y no tenía ningún interés en controlar el gobierno en Washington. La única razón por la que el Sur luchó fue porque el Sur fue invadido por el Norte.
¿Por qué el Norte invadió el Sur? Como alguna vez entendieron todos los historiadores y todos los estudiantes, Abraham Lincoln invadió el Sur, en las propias palabras de Lincoln, expresadas una y otra vez, “para preservar la Unión”.
¿Por qué el Sur abandonó la Unión? Porque estaba siendo explotado económicamente por el Norte que, una vez que el Norte ganó la capacidad de superar a los estados del Sur, impuso aranceles que beneficiaban al Norte a expensas del Sur. El Norte necesitaba protección contra las manufacturas británicas para el crecimiento económico del Norte. En contraste, la economía del Sur se basaba en las exportaciones de algodón a Inglaterra y en las manufacturas baratas importadas de Inglaterra. Los aranceles elevarían al Sur el costo de los productos manufacturados y represalias contra sus exportaciones de algodón. Los intereses económicos del Norte y del Sur no coincidieron.
La esclavitud no tenía nada que ver con la guerra. El mismo Lincoln lo dijo una y otra vez. Antes de su invasión del Sur, Lincoln y el Congreso del Norte prometieron para siempre la protección de la esclavitud de la Constitución del Sur en tanto los estados sureños se quedaran en la Unión. Los historiadores que han leído y registrado la correspondencia de guerra de los soldados de la Unión y la Confederación con sus familiares y amigos en casa no pueden encontrar a nadie peleando a favor o en contra de la esclavitud. Las tropas del Norte están luchando para preservar la Unión. Las del Sur están luchando porque son invadidos.
Nada podría ser más claro. Sin embargo, se ha establecido el mito de que Abraham Lincoln fue a la guerra para liberar a los esclavos. De hecho, Lincoln dijo que los negros no eran capaces de vivir con los blancos, dijo que éstos últimos eran superiores, y que su intención era enviar a los negros de regreso a África. Si Estados Unidos alguna vez tuvo un “supremacista blanco”, este fue Abraham Lincoln.
¿Qué pasa con la Proclamación de Emancipación? ¿Esta orden de Lincoln no liberó a los negros? No. Fue una medida de guerra para la que se depositaron esperanzas de que, como casi todos los hombres sureños sanos estaban en la línea del frente, los esclavos se rebelarían y violarían a las esposas e hijas de los soldados del sur, lo que obligaría a los soldados a abandonar el ejército y regresar a casa para proteger a sus familias. Como dijo el propio Secretario de Estado de Lincoln, el presidente ha liberado a los esclavos en los territorios que la Unión no controla y los ha dejado en la esclavitud en el territorio que la Unión controla.
¿Por qué Lincoln recurrió a una estrategia tan deshonrosa? La razón es que Lincoln había pasado por todos los generales de la Unión y no pudo encontrar uno que pudiera derrotar al enormemente superado en número Ejército de Virginia del Norte de Robert E. Lee.
El carácter y el liderazgo de Robert E. Lee, quien es descartado por las Políticas de Identidad como un racista blanco, es tan admirado por el Ejército de los Estados Unidos que los cuarteles en West Point se denominan en honor a Lee. Ni siquiera el “primer presidente negro de Estados Unidos” pudo cambiar eso. La historia negra también oculta el hecho de que se le ofreció a Robert E. Lee el mando del Ejército de la Unión. En aquellos días, los estadounidenses todavía se veían a sí mismos como ciudadanos de su Estado, no como ciudadanos de los EEUU. Lee rechazó el ofrecimiento con el argumento de que no podía ir a la guerra contra su país natal, Virginia, y renunció a su remuneración del Ejército de EEUU.
Si Lee hubiera estado al mando de la Confederación en la Primera Batalla de Corrida de Toros, cuando el Ejército de la Unión se quebró y corrió todo el camino de vuelta a Washington, Lee los habría perseguido y la guerra habría terminado con la victoria del Sur.
Pero Lee no estaba allí. En cambio, los generales del Sur concluyeron, mirando al Ejército de la Unión que huía, que los norteños no podían luchar, retirarse en orden o montar a caballo, y que no representaban ninguna amenaza. Esta conclusión pasó por alto la superior mano de obra del Norte, la afluencia constante de inmigrantes irlandeses que se convirtieron en carne de cañón de la Unión, la capacidad manufacturera del Norte y la Marina, que podría bloquear los puertos del Sur y privar al Sur de los recursos.
Durante los dos primeros años de la Guerra de la Agresión del Norte, el Ejército de la Unión nunca ganó una batalla contra el ejército de Lee, superado holgadamente en poder de fuego. El Norte tenía todo. Todo lo que el Sur tuvo fue valor. Lincoln estaba desesperado. La oposición a su guerra crecía en el Norte. Tuvo que encarcelar a 300 editores de periódicos del Norte, exiliar a un congresista de los EEUU, y enfrentarse, en las elecciones que iban a realizarse, con el general más famoso del Norte con una plataforma de paz. Por eso el vano intento de Lincoln de provocar una rebelión de esclavos en el Sur. ¿Por qué no se rebelaron esos esclavos supuestamente tratados y oprimidos de manera horrible cuando no había nadie para evitarlo sino las mujeres y los niños?
Todo lo que he escrito en esta columna fue alguna vez comprendido por todos. Pero todo ha sido borrado y reemplazado con una historia falsa que sirve a la elite gobernante. No es solo la élite gobernante la que tiene un interés personal en la falsa historia del “racismo blanco”, sino también las universidades y departamentos de Historia en los que se institucionaliza la falsa Historia y los fundamentos que han financiado la historia negra, los estudios sobre la mujer y los diálogos transgénero.
Fue la Reconstrucción la que arruinó las relaciones entre negros y blancos en el Sur. El Norte atiborró hasta la garganta de negros al derrotado Sur. Los negros fueron puestos a cargo de los gobiernos del Sur con el fin de proteger a los empacadores de alfombras del Norte que saquearon y robaron desde el Sur. El ejército de la Unión, de ocupación, alentó a los negros a abusar de la gente del Sur, especialmente las mujeres, al igual que los soldados de la Unión. El Klu Klux Klan emergió como una fuerza guerrillera para detener las depredaciones. El mismo Robert E. Lee dijo que si se hubiera dado cuenta de cuán rapaz sería el Norte, habría liderado una resistencia guerrillera.
Las generaciones de estadounidenses que han sido propagandizados en vez de educados necesitan entender que la Reconstrucción no significó la reconstrucción de la infraestructura, ciudades y pueblos del Sur destruidos por los ejércitos de la Unión. No significaba reconstruir la producción de alimentos del Sur. Significó reconstruir la sociedad y la gobernanza del Sur. Los negros, que no estaban preparados para la tarea, tenían el control de los gobiernos para que los maleantes pudieran saquear y robar. Los blancos perdieron la franquicia y la protección de la ley ya que sus propiedades fueron robadas. Algunas áreas sufrieron más que otras por las prácticas de Reconstrucción, que a menudo diferían, y eran peores, que sus mismas políticas.
La reconstrucción fue un tema polémico incluso dentro del Partido Republicano. Ni el presidente Lincoln ni Johnson estarían de acuerdo con los elementos republicanos más extremos. El extremismo de las políticas de Reconstrucción perdió apoyo entre la gente del Norte. Cuando los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Representantes en la década de 1870, la Reconstrucción llegó a su fin.
En el Sur, y sin duda en Atlanta, donde crecí, las escuelas eran escuelas de barrio. Estábamos segregados por clase económica. Fui a la escuela con niños de clase media de mi barrio de clase media. No fui a la escuela con niños ricos o con niños pobres. Esta segregación no fue racial.
Cuando el Norte volvió a subirse al caballo de su alta moral e impuso la integración escolar en el Sur, interrumpió el sistema escolar de barrio. Ahora los niños pasan horas viajando en autobuses escolares a lugares distantes. Esto destruyó las asociaciones de padres y maestros, que mantuvieron la participación de los padres y la disciplina en las escuelas. El Sur, al ser un pueblo de sentido común, vio venir todo esto. El Sur también vio la Reconstrucción de nuevo. Eso, y no el odio a los negros, es la razón de la resistencia del Sur a la integración escolar.
Todo Estados Unidos, de hecho todo el Occidente, vive en The Matrix, una realidad inventada, a excepción de mis lectores y los lectores de un puñado de otros que no pueden ser corrompidos. Los pueblos occidentales están tan propagandizados, tan lavados de cerebro, que no comprenden que su desunión fue creada para hacerlos impotentes frente a una clase dominante rapaz, una clase cuya arrogancia y afán de poder tiene al mundo al borde del Armagedón nuclear.
La historia tal como sucedió realmente está desapareciendo, ya que aquellos que dicen la verdad son descartados como misóginos, racistas, homófobos, agentes de Putin, simpatizantes del terrorismo, antisemitas y teóricos de la conspiración. Los liberales que se quejaban poderosamente del macartismo ahora lo practican multiplicado por diez.
El lavado de cerebro sobre las amenazas rusas y musulmanas funciona por una serie de razones. Los superpatriotas entre los deplorables de Trump sienten que su patriotismo les exige creer las acusaciones contra Rusia, Siria, Irán y China. Los estadounidenses empleados en el vasto complejo militar/de seguridad entienden que el presupuesto que financia el complejo en el que tienen sus carreras está en juego. Aquellos que quieren un muro para mantener lejos a los extranjeros van de la mano con la demonización de los musulmanes como terroristas que tienen que ser asesinados “allá antes que lleguen aquí”. Los demócratas quieren una excusa por haber perdido las elecciones presidenciales. Y así. Las agendas de varios elementos de la sociedad se unen para apoyar la propaganda oficial.
Los Estados Unidos, con su población incompetente y de cerebro lavado -de hecho, la totalidad de las poblaciones occidentales son incompetentes- y con su ausencia de liderazgo inteligente, no tienen ninguna posibilidad contra Rusia y China, dos países masivos que surgen de su derrocamiento de estados policiales mientras Occidente desciende en un Estado Gestapo. Occidente está terminado y finiquitado. No queda nada de Occidente sino las mentiras utilizadas para controlar a la gente. Toda la esperanza está en otra parte.

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